Es
de esas bellezas simples:
describir
un galope y
que
te lleguen los cascos soltando
pedregullo
y polvareda
porque
tenés la puerta abierta (y además porque
te
rajaste de la ciudad)
y
el relincho y las bufas
retumban,
derrumban
tu idea
épica
del amor
y
el ojo de un caballo triste
es
un espejo de espuma
en
la siesta.
El ojo de un caballo triste
te devuelve a la vida
como si montaras un canasto derrapando
ladera abajo de la sierra.
En la sonrisa de un caballo triste
viven
Cartago y Alejandro
y están en venta las praderas de Duluth
y otras tantas parcelas
en Esmirna, en Xi´an
Lisandro