miércoles, 4 de enero de 2012

No pity, no mercy


Me corto los dedos con un cuchillo estúpido. Me arranco los ojos. No tengo más los oídos. Dejé que se quemara la comida. Practico posturas de Samurai que más tarde me traerán dolores de espalda. Baldeo el piso con toda la domesticidad enchufada y camino descalzo hacia la heladera donde el agua está tan pura y fría como el invierno. 
      Soy de esos que le abren la puerta a los accidentes y esperan a que hablen como huracanes.
      No quiero, no busco, nunca, nada. 
   Antes le cantaba al cielo. Me escondía detrás de los árboles de la plaza. Los jugos esenciales están condenados a diluirse como las gaviotas que vi muertas sobre grandes rocas junto al mar, en Puerto Madryn, en los noventa. 
      La tormenta, ¿será buena vecina, ahora y en la hora de nuestra muerte? Importa casi nada ahora. 
      Vecina agradable o no, se avecina "and without pity or mercy".

      Yo me voy; me fui hace años. 
      Me perdí en el Bosque... 
      Quizás era 1937.